Lo intangible

 


Lo Intangible

©Por Abdel Hernández San Juan

This paper challenge the traditional ways to understand and discuss the relation between aesthetic and economy. Starting by discussing the intangible the paper objectify how through intangibility aesthetics and spirituality values meet and fusion while paradoxically as any major classic pair, the intangible is intrinsically related with its supposed to be opposite the tangible, through theorizing this pair, the paper completely renew and discuss the relation between the intangible and the tangible developing a phenomenology of both moments in between the spirit and aesthetics through empirical analysis on several forms including free market economy and publicity to unfold out how the intangible continues working in all the moments of the relation between aesthetics, values and economy to get out how current avant-garde distinguishes itself around the intangible in the process of values formation even through the relation between aesthetics and economy 


Keywords: Phenomenology of the Intangible, spirituality and aesthetic, aesthetic and economy, values formations, axiology


    Lo intangible es lo estético, esta es la aseveración que voy a proponer en este ensayo. Que otra forma que no sea la estética podríamos adjudicar a la intangibilidad?. La idea de un valor espiritual?. Y no sería este precisamente, en su momento de intangibilidad, una forma de la estética?. Cierto es que la estética puede en un momento dado resultar en algo tangible. La belleza de un árbol, una obra de arte o una mujer, así lo suscita, sin embargo, sería otra cosa que la expresión de un intangible de lo tangible, como cuando decimos es algo que no tiene precio?. Cómo puede algo intangible equivaler a tanto tangible?. A qué corresponderá esa intangibilidad?. 

   De hecho, una primera forma de entender la relación entre la estética y lo intangible es esa que definimos cuando decimos es intangible porque su valor no es tangible, esto tiene un valor, pero su valor no es tangible. En una actividad cotidiana entre personas, como ante una obra de arte, puede haber estética, tiempo para contemplar lo que te dicen y cómo te lo dicen, para percibir la forma y contemplarla. 

    Ese tiempo de contemplación puede serlo hacia las imágenes que vez frente tuyo, cuando haces el tiempo para contemplar visualmente la forma en que te lo dicen, su belleza formal, puede serlo hacia lo que te dicen, no ya la imagen visual, sino el contenido de lo dicho, pero si hay estética hacia este es porque percibes el tiempo en lo que se te está diciendo, es decir, percibes no sólo lo dicho, sino el decir, y puede resultarte estético, contemplar su propia belleza, la cual puede resultarte bien sea de la estética o de la ética. Así para que la ética sea estética debe entrar a formar parte de ese tiempo en que la intangibilidad de la estética, permite la contemplación de la belleza del cómo. O puede resultar de la simple contemplación de sí mismos y la actividad que realizan en tanto perciben el transcurso del tiempo en ella, se ven a sí mismos ante el transcurso del tiempo. Si remito a una actividad cotidiana, no es sino para objetar la idea de que la relación entre la estética y el tiempo se refiere al hecho, usual a ciertas ideologías sobre el arte, de que, claro, la estética se da en el arte donde siempre tienen tiempo, porque se pasan el tiempo perdiendo el tiempo en cosas intangibles. 

    Así para objetar y a la vez mostrar que en la más simple actividad cotidiana, en el amor de pareja, en la relación con los hijos, en la actividad de trabajo, si hay estética es porque hay tiempo para contemplar el cómo, para contemplar el decir en lo dicho, para estar presentes, además. Pero lo mismo sucede ante una obra de arte, una música clásica que escuchamos, un concierto, una obra de pintura que vemos colocada en la pared, una mujer muy bella, si resulta estética es porque vuelve a ser intangible, aunque lo haya sido en un momento dado, aunque lo sea en sí misma como fenómeno tangible. Por eso el concepto de lo intangible no deja de remitir también a la relación con lo económico. Indudablemente sólo la estética parece ser entendida desde la economía como una forma remitida a una cierta intangibilidad, a otro tipo de mercado, por lo mismo, que entendemos así como un mercado suntuario y simbólico. No sólo es que hay estética en la economía y las relaciones de oferta y demanda, sino que incluso la economía misma es una actividad que supone la economía de lo tangible y lo intangible.

    El concepto de economía tiene, en una de sus antípodas acepciones, una relación con el economizar, y a esta relación con lo que se economiza se le ve usualmente relacionada como lo opuesto del tiempo que requerimos para la percepción y la contemplación estética. Pero la economía no puede evitar a la estética, incluso en la economía del lenguaje y el texto, en la economía más económica, esta debe ser nuevamente una y otra vez de nuevo relacionada a un excedente, y ese excedente vuelve a ser una y otra vez estético e intangible. 

      Sin estética no habría así economía. Veámosles si se quiere en la publicidad donde se hace más notable. Un anuncio publicitario, bien se desarrolle en el cuerpo del mismo producto, su embace, su recubrimiento, su etiqueta, o bien se desarrolle en la forma de publicidades estandarizadas enfocadas en esa finalidad, el impreso reproducido y situado en diferentes espacios en la ciudad, el comercial en la televisión o la valla publicitaria, no hace sino acentuar la sensualidad de ese cuerpo, enfatizar en él, en tanto imagen, la imagen de su producto y el producto mismo en tanto imagen, si lo es directamente para el cuerpo, una loción, una crema, si lo es para el placer y el disfrute, un alimento jugoso, para la set o para el esparcimiento, para el entretenimiento o para la creación, insistirá toda vez en la belleza de su cómo, de sus formas.

   Así, mientras paradójicamente en el mercado literal se quiere que ese mismo producto sea vendido lo antes posible y a la mayor velocidad, que sea exponencialmente intercambiado por otros productos o su equivalente en el precio, apresurado al intercambio sin el tiempo que usualmente requerimos para la contemplación estética, la publicidad querrá ofrecer una imagen anticipada del mismo según la cual se lo pueda percibir y contemplar con todo el tiempo requerido para la contemplación estética. Dado que en última instancia, cuando no se trata de un producto de exclusividad simbólica como la obra de arte, de lo que se trata es de venderlo, a esta forma en que la publicidad anticipa en la imagen el tiempo de contemplación estética de un producto que se lo quiere poner en circulación dentro del consumo a la mayor velocidad, la vemos relacionada con la exponencialidad de seducción. 

    Sin embargo, negarse a esta seducción sería negarse a la retórica misma según la cual el mercado mismo no podría funcionar en la competitividad de los productos, ante los consumidores y los clientes, sin la estética, no sólo porque para ser consumidos estos mismos productos deben participar también en el mercado de las imágenes, que no es ya únicamente aquel otro mercado supuestamente originario, desprovisto de imágenes y supuestamente de estética, sino porque como se ha afirmado recientemente, es la actividad del consumo la que establece un criterio sobre la demanda de nuevos productos y, por lo mismo, sobre las formas que deberá tomar ese mercado estético de las imágenes.     

  Por eso, en su relación a la estética y a la retórica, podemos decir, que la publicidad no sólo seduce, la idea de la seducción suponía en un lado un producto y en el otro una estrategia de seducción, la cual le resultaba a aquel como si le fuera otra cosa, exógena, extrínseca, sino sobre todo, que encanta, suscita de hecho un mundo de sensorialidades y sensualidades el cual por si mismo quiere suministrar una imagen lo más confortable posible respecto a cómo deben sentirse los usuarios en el mundo de la imagen.

    En las anticipaciones de la publicidad encontramos así claramente que la eficacia del mercado, de la economía incluso está estrechamente relacionada a la estética, pero más allá incluso, a la idea ella misma también sensual de que también en el consumo deberíamos tener el tiempo para la contemplación estética. Si contemplas cómo cae la salsa sobre el espagueti, o la crema sobre la piel femenina, si es más untosa y cremosa, si desliza suavemente como para saborear, etc., es la percepción de su cómo aquella que redunda en ambas cosas, su calidad y su exclusividad. Sin embargo, la imagen publicitaria, aunque acude para su exponencialidad de seducción al tiempo que requerimos para la contemplación estética de algo que, paradójicamente, se lo quiere desprender, no parece en el mismo modo que la estética de nuestros artefactos exclusivos y suntuarios de la alta cultura, relacionada a la intangibilidad.

   El precio de sus productos, puede descender o aumentar, pero lo hará siempre en correspondencia a un mercado el cual, insólitamente, continuará relacionado a las relaciones de oferta y demanda. Por eso decimos que en la publicidad la contemplación estética puede quedar sumida en el aspecto puramente retórico de esa seducción. Aunque se invoca el tiempo de la contemplación estética para reparar en la belleza y sensualidad de sus productos, estos no dejan de regirse por una economía de su utilidad Así, sólo el mercado suntuario de nuestro alto arte y culturas proveído por objetos simbólicos exclusivos a los cuales se los quiere, antes que desprenderlos, acumular, coleccionar, recolectar, parece relacionarse directamente a la intangibilidad. Que sería entonces pues según esta delimitación propiamente la intangibilidad. Esta remitirá directamente a lo estético según una serie de excedentes los cuales, de un lado, nunca podrán ser agotados en el objeto mismo, en el producto, aunque el mismo le represente en su momento fetiche. 

    De ahí la paradójica ambivalencia, se lo colecciona como un modo de sentir que se lo posee, que se posee en él, en el poseerlo mismo, todo ese intangible que, sin embargo, no sólo no está en él, sino que no puede nunca ser remitido únicamente a él. Por otro lado, remitirá a lo estético en todo lo que le diferencia ante lo utilitario y lo que se corresponda a una función inmediata y mediada por la necesidad. Dicho esto podemos afirmar que lo estético es lo intangible toda vez que en su carácter suntuario, los valores, espirituales, relacionados al tiempo, a la memoria o a la cultura, la belleza y la exclusividad de ese producto, si remite a estéticas de tiempos que están en extinción aumentando su exclusividad, si lo hace a elementos de la sensibilidad urbana o espiritual de una determinada usanza o una determinada época, no pueda ser agotado o remitido a una utilidad y a una necesidad. 

    Porque la utilidad y la necesidad, debemos remarcarlo, consumen el tiempo del producto y, por lo mismo, merman su intangibilidad. Si es útil es tangible y dejará por lo mismo de volver a ser intangible tantas veces como se lo vuelva a considerar. Diríamos pues así que la intangibilidad vendría a ser para la estética, lo que remitiría directamente la estética a la sensibilidad, sería el concepto a través del cual estética y sensibilidad vendrían no ya a relacionarse sino incluso a volverse inclusivos uno para el otro, ambos, sin embargo, para serse inclusivos, lo estético y lo sensible, requieren traducirse en la intangibilidad e incluso en una cierta economía de lo intangible. Esta economía de lo intangible, paradójicamente, mientras por un lado explica la relación directa de la estética a un excedente siempre revitalizable, en su volver a resultar toda vez intangible, la intangibilidad de tanto tangible, supone, sin embargo, cierta diferencia ante y frente a esas formas que consumen lo estético en la retórica respecto a lo que usualmente entendemos como un mercado de la utilidad. Por eso debemos afirmar que la economía fidusidiaria de esta intangibilidad, remite nuestros valores y universos estéticos a otra economía. 

   Y aunque no tenemos que ir muy lejos para encontrar esta otra economía entre nosotros, acaso la economía misma de papers académicos y ensayos como este, provistos de tantos valores intangibles no es una expresión de la misma?, o el de las obras de arte?. Pero cierto es que la intangibilidad no sólo remite a lo caro y lo exclusivo, sino que también puede remitir a lo altruista y lo filantrópico en tanto precisamente la intangibilidad relaciona todo aquello que no puede tener un precio y que, por lo mismo, podría ser ora gratis, ora valorado por sus significados espirituales. 

   Conecta así, paradójicamente, los dos polos de la estética, de un lado su relación a un excedente de tiempo que se transforma en los fenómenos que llamamos estéticos, en tiempo para contemplar la belleza, en su acepción en principio natural en lo que respecta como naturaleza a la disposición misma de ese tiempo para la percepción, por otro lado, su relación a la intangibilidad que le traduce directamente en un fenómeno de valor, de valores intangibles en este caso, es decir, inconmensurables ellos mismos en tanto irreductibles a tangibilidad alguna, incluido aquí, por supuesto, ese tangible que se correspondería con la idea del objeto fetiche, que entendemos como objeto reificado.

   Quisiera a este respecto ofrecer algunas consideraciones respecto a la reificación. Cuando la estética no remite por si misma a una relación abierta relacionada el tiempo de contemplación, sino que es remitida a las formas de su reificación, le ocurre lo mismo que en su relación a la retórica de los bienes consumibles, se convierte en formas sociales del gusto, es decir, en estéticas a la usanza y, por lo mismo, en formas culturales de la apariencia, es decir en ideologías de la apariencia las cuales a su vez pueden devenir en preceptos dados según los cuales si así son las apariencias aceptadas en las formas estéticas reificadas entonces a de suponérsele también a estas toda una forma de cultura aceptada.

   Lo anterior está estrechamente relacionado al modo en que la estética funciona en el lado conservador y ortodoxo de la sociedad, el cual en si mismo puede incluir también las formas en que el conservadurismo y la ortodoxia tienden a mistificar las estéticas de la otrora vanguardia. La innovación que no suponga ahora y aquí en el tiempo actual, deconstrucciones verdaderamente críticas, aunque estas sean críticas positivas y encaminadas al mejoramiento y el bien, precisamente hacia los mecanismos reificadores, osificadores y fetichistas de la cultura oficial, es decir, hacia las formas de su adocenamiento y canonización, no pueden ellas mismas ser expresiones de la vanguardia, aunque lo fueran otrora. 

    La intangibilidad, en toda su inconmensurabilidad, viene así ella misma a transformarse no sólo en aquella imagen en torno y alrededor de la cual los intangibles de la estética encuentran ellos mismos una y otra vez la posibilidad de volver a resultar intangibles de acuerdo a sucesivos procesos de intangibilización de las formas, sino en cierto modo también, en el espacio en torno al cual todas estas formas aspiran ellas mismas a no ser nunca clausuradas según los procesos valóricos que querrían reducirles, para mantenerse así en tanto procesos vivos y dinámicos.




Bibliography

Adorno, Theodor W. Aesthetic Theory London and Boston: Routledge and Kegan Paul, 1984. Ed. Gretel Adorno and Rolf Tiedemann. Trans. Christian Lenhardt, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997. Ed. Gretel Adorno and Rolf Tiedemann. Trans. Robert Hullot-Kentor, London, New York: Continuum, 2004. Ed. Gretel Adorno and Rolf Tiedemann. Trans. Robert Hullot-Kentor

Adorno Theodoro, Teoria Estetica, Orbis

Gadamer George, Estética y hermenéutica, Tecnos, colección metrópolis


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